En Siros, capital de las Cícladas, no encontrarás casitas encaladas y coquetas callejuelas. La colorida ciudad decimonónica de Ermúpoli corona dos picos: uno de tradición ortodoxa y otro de tradición católica, vestigio de la larga ocupación veneciana de la zona.
Ermúpoli tiene un innegable aire italiano, con sus plazas de mármol, mansiones regias y el teatro municipal Apolo, modelado a partir del teatro milanés La Scala y que representa el corazón del prestigioso panorama cultural de la isla. Siros celebra festivales de animación, danza, arte digital, cine, música clásica y rembetiko, el blues griego que popularizó el músico local Markos Vamvakaris.
En Ano Syra, la parte alta de la ciudad, unos pocos locales de rembetiko resisten al paso de tiempo.
Siros, que una vez fue el astillero más importante de Grecia, aún cuenta con un varadero en Neorion, pero el legado más espléndido de la industria marítima son las mansiones de Vaporia y Poseidonia. Las playas no son tan espectaculares, con la honrosa excepción de las playas de Delfini, Varvarousa y Aetos en la zona asilvestrada del norte, pero lo que sí abundan son maravillosas tabernas.
Ambela para los que buscan el pescado más fresco; Iliovasilema, en la playa de Galissas, ofrece platos increíbles como la ensalada de romero marino con erizo de mar o su sopa de sebastes; o Allou Yallou, en el precioso pueblo costero de Kini, el sitio perfecto para comer langosta con orzo.
En Ermúpoli, los sitios más lujosos para comer y beber algo están en la calle Androu: Ousyra, donde el chef sirve pasta a la griega y ensaladas equilibradas y deliciosas, y Django Gelato, donde el helado de castañas tostadas y el sorbete de higo se agotan a la media hora. Tal vez el restaurante más bonito sea Mazi, con su patio cubierto de hiedra engalanado de buganvilla.
No puedes irte sin aprovisionarte de delicias turcas y queso San Michalis de la tienda de delicatessen Prekas y sin comprarte unas gafas de sol de madera hechas a mano en Zylo.
Yuniet Blanco Salas